En el pasado mes de octubre
decidí probar una modalidad nueva para mí, la bici de montaña, y rodando con
amigos por distintos montes de la región entre bromas y risas salía el tema de
prepararse para El Soplao. En enero tomé la decisión de apuntarme a la marcha
ya que pensé que si lo dejaba para más adelante era probable que luego no me
apuntara, así que me calenté. Desde principios de año, y con la limitación de
la climatología, fuimos haciendo salidas por diferentes tramos del recorrido de
la marcha, me apunté a tres carreras de BTT para comprobar que tal se rodaba en
grupo ( no es lo mismo rodar con diez amigos que con tres mil personas
alrededor )…y cuando me quise dar cuenta faltaban quince días para la prueba y
aún no había reconocido los sesenta kilómetros de la primera parte de la
marcha. Una semana antes hice ese tramo, no me pareció excesivamente duro, pero
claro, faltaba por añadir lo realmente exigente, los dos puertos largos, Ozcaba
y las rampas de Negreo.
Llegó el gran día y a las siete
de la mañana estaba en la salida
preparado para afrontar una dura prueba de montaña que nunca antes había
realizado del tirón y con el añadido de una climatología que auguraba agua y
viento para regalar. Acordé con unos amigos que en caso de lluvia me cambiaría
de ropa en Ucieda o en Barcena Mayor para minimizar en lo posible las
incomodidades de ir calado y evitar hipotermias como las que había oído que se
habían producido en la edición de 2012.
Se da la salida y todo va bien,
voy poco a poco, siguiendo los consejos una y otra vez repetidos en los días
previos por gente más experimentada en este tipo de pruebas. Me aguanto las
ganas de tirar más fuerte y voy reservando. En La Cocina se empiezan a ver las
primeras muestras de cansancio en algunos ciclistas, paso junto a un chico que
está vomitando el desayuno, lo asumo
como un primer toque de atención, el consejo de no cebarme es adecuado.
Descendemos con precaución desde la cueva a Celis y al poco nos enfrentamos con
Monte AA, primeras rampas serias del día. En la subida veo a los amigos que se habían acercado hasta allí para verme,
es una alegría ver caras conocidas. Me hizo gracia que justo antes de coronar
ví a una mujer y a una niña dando gominolas y manzanas para, según ellas,
evitar que a los participantes les pasara como al hijo de la primera el año
pasado, cuando le sobrevino una pájara de campeonato por falta de alimentación.
Segundo toque de atención pensé.
Al paso por Ruente las
sensaciones son buenas, pero soy consciente de que el verdadero Soplao empieza
allí. Paro en Ucieda y, pese a no tener hambre, me obligo a comer una barrita
energética. Empiezo a subir El Moral con cautela y a los pocos kilómetros noto
sensaciones extrañas, voy muy despacio y parece que me duermo encima de la
bici, numerosos ciclistas me pasan ( “ó ellos van muy bien ó yo voy muy mal”
pienso ). Más bien es lo segundo, no acierto ni a echarme agua del bidón en la
cabeza a ver si espabilo. Paro en una fuente y con más calma me mojo la cabeza
y arranco de nuevo. Poco a poco voy notándome mejor, parece que el agua ha
hecho efecto y me ha quitado el aturdimiento. Recupero algunas posiciones, paso
a gente que antes de la parada me había adelantado. Corono, descenso rápido hacia
Juzmeana y me acerco hasta la campa de Barcena Mayor, donde me esperaban gente
de apoyo con ropa por si decidía cambiarme o para si se daba el caso llevarme a
casa. Pese al riesgo de sufrir otro bajón en una subida como Cruz de Fuentes,
sin grandes desniveles pero muy larga, decido seguir adelante y subir el
puerto. Me digo que si en Fuentes voy muy mal evito el tramo de Ozcaba y bajo
por Palombera hasta Renedo de Cabuérniga, donde quedo con los del coche en
volver a vernos. Debieron verme fastidiado en Barcena porque luego me contaron
que habían acordado meterme en el coche antes del incio de Negreo. La subida
hacia la Cruz se me da mejor que la del Moral, observo gente retirándose con
calambres y problemas musculares pero sin embargo me encuentro relativamente
cómodo. Al coronar me enfrento al único tramo de la prueba que no conocía,
Ozcaba, lo que unido a las buenas sensaciones que he tenido me hacen tirar
hacía adelante y acabar como sea. Ese tramo se me hace eterno, parecía que la
subida no acababa nunca y la bajada está fatal…en fin, un poco desesperado pero
acabo llegando al avituallamiento de Ozcaba. Allí me tomo una coca-cola que me
sienta estupendamente y cojo el camino de venta Vieja, bajada a Colsa,
Correpoco, Llendemozó y bajada a Renedo. Todo este tramo de descenso iba con
ansia de comenzar cuanto antes con las rampas de Negreo. Sabía de su exagerada
dureza pero puestos en harina no me importaba, miraba alrededor y lo que veía
no era mejor, quien más quien menos todos iban tocados. Justo antes del inicio
de la ascensión los amigos me gritan “para, para “ pero no les hago caso, “sigo
que si paro no arranco” contesto sin saber la que me tenían preparada, menos
mal porque de lo contrario me joden El Soplao.
En Negreo se ve de todo, gente a
pie criticando la dureza de la prueba, caidas por fallos musculares, uno
comentando que se apeaba porque las piedras las veía doble…sensaciones
parecidas a las que sentía yo mismo. Eso sí, eran las ocho y media de la tarde
y había gente animando pese al viento frío que se había levantado. Alguno se
preguntaba a qué hora llegaríamos a meta y la verdad es que las fuerzas ya
brillaban por su ausencia, pero me dije que era cuestión de minutos llegar
arriba y luego sería todo bajar hasta
Ruente y llegar a meta. Al acercarme a Cabezón tenía tantas ganas de acabar que
me puse a tirar como si me fuera la vida en ello, sería el efecto de la euforía
tras un esfuerzo tan intenso. En una de las últimas curvas ví a los amigos y
familiares animándome, no pude evitar emocionarme ya que se habían tirado todo
el día al pie del camino siguiéndome para verme pasar en apenas un segundo. Es
muy de agradecer su esfuerzo, al igual que el buen ambiente que se vive tanto
dentro como fuera de la marcha. Si tuviera que recomendarla a alguien lo haría
sin dudarlo, aunque luego no fuera capaz de acabarla, las sensaciones que se
viven son únicas, muy especiales.
Por Miguel Rodríguez Fernandez “
Michel “
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