Los críos y las gentes de la zona
Bien, me gustaría hacer una
referencia a los niños, porque es una de las cosas que más huella me dejó, o
mejor diría, que nos dejó a todos, en general. Y no pretendo caer en la
tentación de transmitir la idea de que están mal atendidos o desnutridos,
porque no es así. Sencillamente viven en un ambiente en el que las necesidades y
las prioridades, consecuencia de su bajo poder adquisitivo y de su desarrollo cultural,
son totalmente distintas a las nuestras.
También es cierto que percibí una
gran diferencia entre los niños de los poblados – más al día - y los que vivían
en las montañas o en puntos más o menos aislados. Los críos de las montañas
eran los más llamativos. Lo típico era ver familias con tres o cuatro niños de
edades escalonadas, cuidando ovejas o dromedarios. Tenían una estampa tremendamente
singular, normalmente con el pelo enmarañado y muy negro, muy morenos de piel,
vestidos con cualquier ropa y, en general, descalzos. A pesar de esta sensación
de precariedad su aspecto era saludable, sin ninguna duda, y me parecieron además
realmente simpáticos.
La reacción que yo sufrí, y la
que sufrimos todos, es a mí entender la consecuencia de establecer la comparación
entre la forma de vida de estos niños y la de los nuestros, o yendo más lejos
aún, la comparación con nuestro modelo de vida, en un término más general. Para
nuestra forma de ver las cosas, como país desarrollado y consumista de primer
nivel que somos, ellos viven en un mundo de privaciones intolerables.
Probablemente reciban una educación muy centrada en sus costumbres y sus
tradiciones, pero mínima o inexistente en otros ámbitos, y además estén atados
a un mundo que adolece de recursos materiales que para nosotros son ya,
simplemente, de primera necesidad.
Lo cierto es que la comparación
entre nosotros y ellos me hace retrotraerme a mi niñez, en el pueblo, hace ya
cuarenta años. Y, aun así, están muchísimo más atrás en el tiempo. A veces,
acordándome de la niña que está a la izquierda de la foto, y con la que estuve
sentado unos momentos, pienso que a más de uno, grande o chico, nos vendría
bien estar una temporada allí para darnos cuenta de cuál es la esencia de las
cosas, relativizar. Incluso pienso que mi reacción fue más por una sensación de
culpabilidad, de lo que nosotros tenemos de más, que no la sensación de
compasión por lo que ellos tienen de menos.
En las poblaciones los críos ya
eran, salvando las distancias, más normales a nuestros ojos. Aun así, me
sorprendió también bastante, aunque reconozco que es más de lo mismo, ver a las
niñas más mayores - de más de, quizá once años - bajo los típicos atuendos ya de
mujer y que las cubría casi completamente. Recuerdo que reflexionamos, mientras
pedaleábamos, que las antiguas costumbres les arrebataba la niñez excesivamente
pronto. Pero, bien pensado, ¿no es lo mismo que nos pasa a nosotros con
nuestros hijos a consecuencia de la modernidad de las nuestras, del
consumismo?. Bueno, no ahondaré más en estos asuntos, porque creo que son el
punto más personal de la experiencia, y pueden herir sensibilidades.
Sí tengo que añadir, con
referencia a las gentes, y aunque ya he comentado algo, que me parecieron en
general educados, hospitalarios y generosos. Bien encarados, normalmente
sonrientes y tranquilos. Sólo sé de una mala reacción - que me contaron, no lo
vi directamente - y fue porque en un
pueblo Litu y Chisco atravesaron una huerta, a todo trapo, sin darse cuenta de
lo que era hasta que estaban dentro y ya no había vuelta atrás. La verdad es
que como todo es marrón no hay quien se entere. Aunque parece que el origen del
desastre fue que los críos habían cambiado algunas banderolas. Eso demuestra
que los niños son, en ese sentido, iguales en todas partes.
Bromas aparte, lo que sí es cierto
es que una cosa me sigue intrigando, y es que no tengo aún muy clara la base de
su economía. Cierto es que hay muy buenos hoteles, orientados a un turismo
creciente que va hasta allí a conocer el desierto, sus habitantes y sus
poblaciones, algunas de ellas catalogadas como patrimonio de la humanidad y,
sin ningún género de duda, interesantísimas. Con respecto a los hoteles – las Kasbas
– quiero incidir en que tienen muy buenos precios, son realmente impresionantes,
y sin duda una gozada para ir a pasar unos días la mar de tranquilos. Allí se
pueden alquilar coches o motos. Pero, volviendo a la economía, no veo muy claro
de qué otras cosas viven. Es cierto que se montan grandes mercados, con lo que
sobreentiendo que el trueque es allí aún hoy la base de las relaciones
comerciales. También oí decir que una de las cuestiones importantes eran los
dátiles. Supongo que la lana será otro. También tienen un comercio muy
importante de fósiles, curiosamente. En todo caso, no he husmeado mucho en este
sentido para enterarme mejor. Para este año intentaré desarrollar una labor más
seria en este tema.
No hay comentarios:
Publicar un comentario